24 de noviembre de 2025

Doña Mari, la galapagueña que existe porque cultiva. Una historia de agroecología y vida campesina en las islas encantadas

María Espinoza, productora agroecológica de San Cristóbal, fortalece su finca gracias al acompañamiento técnico del proyecto El Futuro de la Alimentación, implementado por Heifer Ecuador.

María Espinoza Olaya -doña Mari- nació en San Cristóbal, Galápagos, hace 54 años. Su padre, oriundo de Loja, llegó a las islas cuando tenía 17 años, huérfano de madre tuvo que trabajar desde muy chico en el campo. La madre de María fue agricultora también y ella aprendió de ambos. Su niñez la recuerda trabajando, lavar la ropa, cultivar, limpiar la finca, eran las tareas diarias, junto al estudio.

Su papá siempre le recordaba que aprender a cultivar es cuidar el ciclo de la vida y asegurar el alimento, “es que es así -dice- uno ya tiene la gallina, loshuevos, las verduras, las frutas”, pensamiento con el que coincidimos. Si uno produce, que sea primero para comer.

A los 23 años se mudó a la Isla Floreana. Allí también sembró la tierra. Entre sus compradoras de tomate estuvo nada menos que Margret Wittmer, una de las primeras colonizadoras alemanas y autora de un capítulo histórico de las islas.Trece años después, María regresó a San Cristóbal para continuar lo que su familia había empezado.

María cuida hoy la tierra de sus padres. Tiene 5.000 metros en Socabón y 4,2 hectáreas enCerro Verde. Allí cultiva tomate, pimiento, yuca, choclo, pepino, col, ajo, cebolla colorada, maní, sandía, melón. Ella, junto a otros 36 productores y productoras, apostaron por la agroecología a partir de la Escuela de Campo impartida en la zona y que les permitió aprender técnicas para mejorar su producción, como la elaboración de bioinsumos, el control de plagas, el cuidado del suelo y el agua.

Un día en la vida de doña Mari

María se levanta cuando aún está oscuro, a las 04:00 ya está alimentando a sus animales.Gallinas, cerdos, chivos, todos desayunan antes que ella. Solo después se sienta a tomar algo y vuelve a la finca para hacer “lo que toque; si hay que cosechar, si hay que deshierbar, si hay que sembrar…” así hasta el mediodía, cuando regresa a casa para preparar la comida. En la tarde vuelve a la finca.

Los martes selecciona lo que llevará el miércoles a La Cosecha Campesina, la feria que se realiza en la cancha de Peñas Altas y que, desde noviembre del 2023, con el apoyo del proyecto El Futuro de la Alimentación desarrollado por la Fundación Heifer Ecuador, se consolidó como un espacio de venta directa para productores; para esto, 9 productores adicionales a María cuentan con tinas para poscosecha, gestionadas con el proyecto, que ayudan a mantener la calidad y la frescura delos productos que llevan a las ferias. Los viernes también cosecha y selecciona, porque el sábado atiende a sus clientes en su puesto del MercadoMunicipal de San Cristóbal.

Vende tomate, pimiento, lechuga, haba, yuca, pepino, zanahoria, hierbitas, apio, perejil, huevos criollos, gallinas criollas. Cuando hay mucho volumen, ofrece limones, naranjas, maracuyá por gavetas y la yuca por sacos porque, por suerte, también hay pedidos grandes. En un buen día puede vender USD 150; en uno flojo, 60. Con eso sostiene su finca y su vida, porque también debe comprar lo que su tierra no produce: arroz, azúcar, aceite, pescado, carne de res.

 

Los aprendizajes de Mari

En Galápagos, un ecosistema tan frágil, la agricultura debe ser una aliada de la conservación. Por esto, Heifer Ecuador, a través de su proyecto el Futuro de laAlimentación, cuyo objetivo es promover la producción sostenible y el consumo local en Galápagos, implementó una Escuela de Agroecología, de ocho módulos, con una duración de 7meses, en la que participaron 37 productores. Esto se traduce en 155.000hectáreas que cuentan con prácticas agroecológicas en su producción.

Para doñaMari, los encuentros y los espacios de formación han sido fundamentales. Le han permitido mejorar su producción, reducir pérdidas y comprender su finca como un ecosistema. Además, ha podido gestionar equipamiento para producir mejor. Hoy, cinco productores más de la zona y ella tienen una malla que protege los sembríos delos pájaros, pero también dejaron lugares para que sigan encontrando alimento. Y, una cosa que le ha cambiado la vida, sus cultivos ya no dependen de las lluvias gracias al sistema de riego por goteo al que accedió junto a otras nueve familias, a través del proyecto.

María está incorporando en su finca más frutales para asegurar cosechas constantes. Sueña con tener más diversidad y dejarles a sus cuatro hijos un legado vivo, aunque ellos no muestren mucho interés. “Algún rato se darán cuenta de la importancia de producir”, dice con una sonrisa.

Cuenta que de niña era miedosa. Ahora no. Ahora sabe que quienes trabajan la tierra no le temen a nada. Y cuando se la escucha hablar de siembras, del agua, de los pájaros, del clima, de las ferias, entiende que tiene razón. Doña Mari cultiva sin miedo porque toda su vida ha sido una siembra.

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